|| Omar Lavalle

Una mujer de 20 años, quizá madre de dos hijos, quizá soltera, proveniente de una familia clase media de nuestro país, no podía votar en 1950. El sufragio fue negado a las mujeres durante mucho tiempo, probablemente, había quien pensaba que era natural que solo los hombres ejercieran ese derecho. Inclusive hubo políticos, miembros de ciertos partidos, creyentes de que el voto del hombre englobaba el pensamiento de cada miembro de la familia, es decir, que el papá votaba y eso representaba las ideas de la mamá o de las hijas con mayoría de edad.
Sí el mismo Pancho Villa dijo que si los vecinos del norte estaban siendo abiertos a la posibilidad del voto femenino, ¿por qué en México no? Hay ciertos lugares donde el progreso llega antes, en materia económica, industrial, tecnológica, pero también en el aspecto social, para que haya desarrollo de ideas y con ello, la gente tenga mejores perspectivas de vida. Ejemplo de ello fue Yucatán, que, en 1923, las mujeres ya podían votar. Hoy Yucatán, sobre todo Mérida, es un lugar donde muchas personas desean vivir porque es símbolo de este progreso del que hablo, entendiendo que el nivel de vida es mejor que en otros lugares. Lázaro Cárdenas en 1937 ya había intentado ejecutar una reforma constitucional buscando que las mujeres al igual que los hombres, pudieran votar. La idea no se concretó. En esos años, había conceptos muy arraigados sobre el papel de la mujer en la sociedad; amas de casa, labores del hogar y reducidas al papel de ser madres. “El cachorro de la Revolución”, Miguel Alemán Valdés, allanó el camino y la posibilidad se acercaba. En 1947 reformó la constitución y validó que las mujeres pudieran ir a las urnas en elecciones municipales, en cierta medida por presión internacional tomó la decisión, puesto que en Brasil el voto femenino era una realidad desde 1932 y en Argentina igualmente desde 1947. Inclusive países como la Unión Soviética reconocieron el voto femenino en 1917, en Alemania en 1919 y Nueva Zelanda en 1893. México se tardó un “poquito”.
Mucha gente dice que, si hubo un presidente y político honesto, coherente y firme ante las reglas, fue el jarocho Adolfo Ruíz Cortínez, con él se concretó esta búsqueda por parte de grupos feministas que se habían manifestado para ejercer su derecho. En 1953 se valida la iniciativa y es en las elecciones de 1955 cuando miles de mujeres asistieron a las urnas. Ellas también podían ser votadas. Hoy es diferente. Quizá una persona de esos años vería con rareza la participación exacerbada de mujeres en la política. Era justo y necesario. Hoy en día en los tres poderes hay mujeres que toman decisiones importantes, pero hubo mujeres que de antaño hicieron validar sus derechos. Elvia Carrillo Puerto fue electa diputa para el congreso de Yucatán en 1923. Por represiones del gobierno tuvo que abandonar su puesto. Otras mujeres como Raquel Dzib y Beatriz Peniche de Ponce también fueron electas diputadas. En el Estado de México, Remedios Albertina Ezeta, fue electa para ese mismo cargo en el poder legislativo. El camino se comenzaba a ensanchar para que más mujeres fueran elegidas representando las inquietudes de los ciudadanos.
Un caso también de lucha y esfuerzo fue el de María Lavalle Urbina, una de las primeras senadoras escogidas por elección popular, siendo después subsecretaria de Educación Pública en el gobierno de José López Portillo. En un ámbito más diplomático, representó a México ante las Naciones Unidas. Un ejemplo de libertad en medio de una sociedad machista.
La voz de todos los ciudadanos y las intenciones por mejorar la calidad de vida, se materializan con el voto. Hoy la paridad de género ha sido un vehículo para que más mujeres se sumen a la práctica política. El camino se ha erigido con las Cuotas de Género, que son medidas para equilibrar la participación en los diferentes espacios de toma de decisiones y las reformas electorales, así como la implementación del principio de paridad de género. En el 2019 a través de la Reforma Constitucional, quedó garantizado que el 50% de los cargos en los órdenes de gobierno: Federal, Estatal y Municipal, así como en los tres poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, los cargos puedan ser representados por mujeres. Hay opiniones divididas. Hay quienes señalan que imponer a una mujer solo por su género ya es discriminación en sí, que los cargos se deben escoger por las competencias, experiencias y popularidad de cada candidato sin importar el género. Lo cierto es que las mujeres hoy son más visibles en las esferas políticas, en los asuntos de relevancia y en las decisiones que forman a este país. Hoy hay gobernadoras, presidentas municipales, juezas, senadoras, diputadas y una presidenta, la primera de la historia, eso puede ser inspiración para que niñas y niños decidan formarse, estudiar y trabajar para seguir siendo un país con equidad y respeto para todas las personas sin importar la raza, el sexo o las creencias que cada uno haga suyas.
Los invito a reflexionar sobre este tema, para ahondar más sobre los aspectos históricos, buscando información del movimiento “Las hijas de Cuauhtémoc”, la “Sección Mexicana de la Liga Panamericana de Mujeres” y la revista “Violetas del Anáhuac “.

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