|| Autor: Edgar Sandoval Pérez

¿Cómo podria entonces alimentar al pueblo?
Vespasiano
Suetonio relata que un hombre se acercó al emperador Vespasiano, informándole que había inventado un dispositivo capaz de transportar columnas al Capitolio (la ciudadela de Roma) a un costo considerablemente bajo. En aquel tiempo, trasladarlas desde las minas requería la mano de obra de miles de personas, lo que implicaba un gran gasto para el gobierno. Vespasiano se negó a utilizar la innovación, argumentando: «¿Cómo podré entonces alimentar al pueblo?». El cambio tecnológico ha representado históricamente un reto para todas las naciones. Aunque suele percibirse como un avance positivo, en realidad sus beneficios no siempre se manifiestan de inmediato. El proceso de destrucción creativa —concepto acuñado por Schumpeter— conlleva un sacrificio inicial: pérdida de empleos, disminución de la producción en algunas empresas y afectaciones al ingreso de las personas, quienes, de manera inmediata, pueden quedar sin capacidad de cubrir sus necesidades básicas. Ningún gobernante quiere enfrentar tales efectos en el corto plazo. No obstante, los resultados positivos de la innovación tecnológica se reflejan en el mediano y largo plazo. Esto no significa que debamos frenar su introducción en la actividad económica; por el contrario, es indispensable incentivarla y acelerar su adopción. Sin embargo, debe hacerse de manera planificada, ordenada, inclusiva y libre de vicios, para evitar impactos negativos en sectores estratégicos, proteger el empleo, sostener la producción y garantizar el consumo de las familias.
Junto con la innovación tecnológica, el fortalecimiento institucional es otro pilar fundamental para el progreso de una nación. Un país con instituciones sólidas no solo experimenta un mayor crecimiento económico, sino que también alcanza una mayor cohesión social. Cuando ambos aspectos se combinan, se generan mejores condiciones de vida: mayor ingreso disponible para las personas, más opciones de productos y servicios, y, en consecuencia, un mayor nivel de bienestar.
En el caso de México en 2025, contamos con ejemplos de instituciones formales que, pese a sus desafíos, han sabido mantener su relevancia y estabilidad. El Instituto Nacional Electoral (INE), por ejemplo, sigue siendo una de las entidades más reconocidas por su conducción basada en criterios claros, aunque permanece en constante necesidad de perfeccionamiento para garantizar mayor certeza e inclusión ciudadana. También existen instituciones informales que ejercen influencia significativa. Un caso paradigmático fue el de Alberto Baillères, quien, utilizando su poder empresarial, financió actividades como la tauromaquia, una práctica hoy ampliamente rechazada por las nuevas generaciones debido a su impacto negativo en el bienestar animal y su escasa aportación al empleo o al crecimiento económico. La integración de estos dos elementos tecnología e instituciones fuertes es esencial para el futuro de México. La tecnología debe utilizarse como un mecanismo de inclusión, democratización del conocimiento y toma de decisiones informadas, mejorando la eficiencia, la equidad y la responsabilidad social de las instituciones. A su vez, las instituciones sólidas son fundamentales para canalizar los avances tecnológicos de forma equilibrada, evitando su concentración en unos pocos sectores y asegurando que los beneficios se distribuyan de manera amplia en la sociedad. Solo a través de esta sinergia entre tecnología e instituciones será posible consolidar un México que genere riqueza, crecimiento y bienestar para toda su población en los años por venir.

Deja un comentario

Tendencias