|| En los últimos días se ha vuelto viral varios incidentes protagonizados por mujeres que han mostrado actitudes negativas hacia los trabajadores de plataformas

En una tarde cualquiera, una mujer realizó un pedido a través de una aplicación de entregas (UBER). El costo total: 80 pesos. Un monto aparentemente insignificante, pero que terminó desencadenando un conflicto que ahora recorre todo internet.
Cuando llegó el repartidor, un joven que recorría la ciudad en motocicleta, la mujer recibió su comida y entregó un billete de 100 pesos. Al recibir su cambio en monedas, se molestó y exigió que el repartidor le diera un billete de 20 pesos en lugar de las monedas. El joven intentó explicarle que no podía hacer el cambio de esa manera, pero la clienta, sintiéndose agraviada, se negó a aceptar la explicación y elevó la situación a niveles insospechados.

La mujer comenzó a grabar al repartidor, acusándolo de robo y asegurando que la aplicación estaba errónea. «Yo te di diez pesos y tú me diste 20, son diez pesos, ya te reporté en la aplicación», se escucha decir en el video que, en cuestión de horas, explotó en las redes sociales. La escena, que parecía sacada de una telenovela, no tardó en convertirla en tendencia con el apodo de «Lady 10 Pesos».
Mientras algunos usuarios reaccionaron con indignación ante su actitud, otros aprovecharon para hacer memes y comentarios sarcásticos. «Ya ni los bancos te hacen tanto lío por el cambio», comentó un usuario en tono de burla. Otro bromeó: «Si los 10 pesos eran tan importantes, mínimo le hubieran dado un gallinazo de compensación».

Pero más allá de la anécdota y la diversión que generó en internet, este episodio revela un problema mayor: la falta de empatía y el impacto de las redes sociales en nuestra percepción de la realidad. En la era digital, cualquier discusión menor puede convertirse en un escándalo viral, afectando la reputación de las personas en cuestión de minutos.
Para la mujer, esos 10 pesos representaban una cuestión de principios, una batalla por lo que creía justo. Para el repartidor, en cambio, era una situación incómoda que podía costarle su empleo.
Este caso nos deja una lección importante: no todo merece ser llevado al extremo. A veces, una simple conversación con respeto y comprensión puede evitar conflictos innecesarios. Quizás la próxima vez que nos encontremos en una situación así, en lugar de prender la cámara para evidenciar a alguien, deberíamos respirar profundo y recordar que, al final, lo más valioso no son las monedas, sino el respeto entre nosotros.


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